La Polilla del racimo, Lobesia botrana, está considerada como la “plaga-clave” de los viñedos españoles, debido a la importancia de los daños que provoca y a la necesidad de combatirla de forma sistemática todos los años. Se distribuye por casi todas las regiones vitícolas peninsulares, aunque su importancia es muy variable. Produce daños considerables en los viñedos de Extremadura, Aragón, La Rioja, Navarra, Andalucía y especialmente en las regiones costeras mediterráneas (Cataluña, Valencia, Murcia)
El insecto pasa el invierno en forma de crisálida, refugiada en diversos lugares, pero principalmente bajo la corteza de las cepas. Al llegar la primavera aparecen los adultos de la primera generación, siendo su salida muy escalonada. Los primeros individuos en emerger son machos, fenómeno conocido como protandria, pero al final del período de vuelo predominan las hembras. Su vuelo es crepuscular, permaneciendo escondidos e inactivos durante el día entre la vegetación de las cepas. El adulto mide unos 6 mm de longitud y 12 mm de envergadura, siendo los machos algo menores que las hembras.
Las hembras de la primera generación depositan los huevos sobre las inflorescencias. Los huevos son de forma lenticular, miden algo menos de 1 mm, presentando un color amarillento al principio, pero posteriormente se tornan translúcidos y brillantes. Al final de su desarrollo aparece un punto oscuro, que se corresponde con la cápsula cefálica de la larva. Este momento es conocido como estado de cabeza negra. La salida de las larvas tiene lugar al cabo de unos 7-8 días. Son de coloración verdosa, más o menos amarillenta, y con la cabeza acastañada. Su tamaño varía desde 1 mm, al nacer, hasta 1 cm en su máximo desarrollo. Esta oruga se alimenta de botones florales, que une con hilos de seda, formando un aglomerado que recibe el nombre de glomérulo, en cuyo interior habita. El estado larvario dura unos 20 ó 30 días, según la temperatura ambiental, pasando por cinco fases larvarias (L1-L5). Cuando la larva L5 alcanza su máximo desarrollo, teje un capullo de seda en cuyo interior crisálida. Los capullos se localizan en repliegues de las hojas, corteza de las cepas, racimos, suelo y otros refugios naturales. Al cabo de 5-10 días salen los nuevos adultos, dando lugar a la 20 generación.
Las hembras de la 20 generación realizan la puesta de forma aislada sobre las bayas, especialmente en las zonas sombreadas de los racimos, para evitar la muerte de los huevos por desecación. Prefieren superficies lisas y secas, por lo que apenas ponen huevos cuando las bayas están mojadas o cubiertas de polvo (por ejemplo de azufre).
Las larvas que nacen de estos huevos roen la superficie de las bayas y posteriormente penetran en su interior. Si el grano es pequeño acaba por perderse, mientras que si está más desarrollado queda a merced de diversos microorganismos patógenos. Al cabo de 20-25 días, las larvas se transforman en crisálidas que, en función de la zona, entran en estado de hibernación (diapausa) o bien darán lugar a una tercera generación de adultos. Las hembras de esta última generación también colocan los huevos sobre las bayas, que en estos momentos se encuentran próximas a la maduración. Normalmente, en septiembre las orugas de la 30 generación terminan su desarrollo y abandonan los racimos para crisalidar en sus refugios de invierno.
El número de generaciones suele ser de dos en las regiones más frescas (La Mancha, Rioja, Castilla-León) y de tres en las más cálidas (Levante, Andalucía, Extremadura), aunque este número no es necesariamente fijo para una comarca determinada, sino que puede variar en función de las condiciones climáticas del año.
Daños producidos por la Polilla del racimo
El daño que causa la polilla del racimo es originado por las larvas y lo producen exclusivamente en los racimos. Las larvas de la 10 generación devoran botones florales, flores e incluso frutitos recién cuajados. Cada larva forma unos 2 ó 3 glomérulos, pero los ataques producidos por esta generación no tienen repercusión en la cosecha, pues hay una compensación posterior en el cuajado de frutos y tamaño de los mismos, salvo en casos excepcionales, como poblaciones de polilla muy altas o variedades con tendencia al corrimiento o con racimos pequeños.
Las larvas de la 20 y 30 generación producen daños directos al alimentarse de las bayas, siendo principalmente de tipo cualitativo (pérdida de calidad, en el caso de uva de mesa). Los daños más graves son de tipo indirecto, ya que la existencia de perforaciones en las bayas favorece la penetración de hongos que producen podredumbres del racimo, principalmente la podredumbre gris, causada por Botrytis cinerea, pero también podredumbres secundarias y ácida.
Control de la Polilla del racimo
Para realizar un control eficaz de polilla del racimo es conveniente tener en cuenta una serie de principios. Dado que la oruga es la responsable de los daños, es preciso combatir la plaga cuando se encuentra en la fase de huevo o al inicio del estado larvario. En general, no suele ser necesario tratar la 10 generación, pues sus daños normalmente no afectan a la cosecha. Por el contrario, es necesario tratar sistemáticamente las generaciones que se alimentan de las bayas en aquellas zonas donde la polilla es plaga. Para que los tratamientos sean eficaces, es conveniente seguir la curva de vuelo de los adultos de cada generación que se quiera controlar. Para ello, es preciso colocar en el viñedo trampas sexuales cebadas con la feromona sexual femenina del insecto. Semanalmente o cada 2-3 días, es necesario hacer el conteo de los individuos atrapados. Esto permite seguir la evolución del vuelo de los adultos de cada generación y fijar con mayor precisión la fecha más óptima del tratamiento, en función del tipo de producto que se aplique, y por lo tanto aumentar su eficacia. Existen diversos insecticidas convencionales registrados para el control de polilla del racimo. En general, estos productos deben aplicarse al alcanzarse el máximo de la curva de vuelo, momento en el que se suele producir el nacimiento de la mayoría de las larvas. Con respecto al número de tratamientos, si la uva es para vinificación normalmente es suficiente con uno por cada generación. Si el vuelo de los adultos se prolonga más de lo habitual, puede aplicarse otro a los 15 días aproximadamente. El Grupo de Trabajo de los Problemas Fitosanitarios de la Vid recomienda las siguientes materias activas: clorpirifos, fenitrotión, metil-paratión microencápsulado (sólo en uva de vinificación), piridafentión, tiodicarb (sólo en uva de vinificación) y triclorfón. Alguno de estos productos, como el tiodicarb o el piridafentión, tienen una buena acción ovicida, por lo que serían capaces de eliminar tanto huevos como larvas.
Por otra parte, existen diversos productos de especial interés en programas de protección integrada:
Bacillus thuringiensis
Este insecticida microbiológico hay que aplicarlo con temperatura superior a 20 ºC y poblaciones de plaga no muy densas. Se debe tener muy en cuenta el momento de aplicación. Para que el tratamiento sea eficaz, hay que aplicarlo al inicio de las primeras eclosiones, ya que no tiene acción ovicida y su efecto larvicida se limita a orugas neonatas. Por seguridad, se recomienda realizar el tratamiento unos 7 días después de las primeras capturas de adultos en las trampas sexuales o mejor cuando se observen los primeros huevos en estado de cabeza negra. Su persistencia es de unos 10 días, por lo que es preciso repetir el tratamiento para proteger el viñedo durante todo el periodo de emergencia de larvas. Este producto también está autorizado en producción ecológica.
Fenoxicarb
Se trata de un producto ovicida del grupo de los juvenoides (análogos de la hormona juvenil), pero sólo es eficaz sobre huevos recién puestos o de corta edad (1-2 días), por lo que se recomienda realizar la aplicación al inicio del vuelo de los adultos, cuando se obtengan las primeras capturas en las trampas sexuales. Debido a su limitada persistencia, es preciso repetir el tratamiento a los 12 días.
Tebufenocida
Este compuesto pertenece al grupo de los miméticos de la ecdisona, también llamados aceleradores de la muda. Actúa como larvicida, siendo recomendable su aplicación al producirse las primeras eclosiones de huevos, es decir, unos 7 días después de las primeras capturas de adultos. Presenta buena persistencia, por lo que un único tratamiento bastaría para controlar cada generación. Su efecto ovicida es prácticamente nulo.
Flufenoxurón
Se trata de un inhibidor de la síntesis de la quitina. También, manifiesta buenas propiedades acaricidas. Presenta efecto larvicida, así como ovicida sobre huevos recién puestos o de corta edad (1-2 días). Se recomienda su aplicación entre la captura de los primeros adultos en trampa y la salida de las primeras larvas. Dada su larga persistencia, bastaría con un único tratamiento para el control cada generación.
Por último, existe la posibilidad de utilizar la técnica de confusión sexual para el control de la polilla. Esta técnica es muy atractiva, ya que es limpia, cómoda, no contamina, no altera el equilibrio ecológico y el viñedo queda protegido desde el inicio del primer vuelo de adultos, sin necesidad de seguir con tanta precisión la fenología del insecto. Sin embargo, presenta algunos inconvenientes. De entre ellos destacan tres: 1) es necesario que la parcela se encuentre aislada de otros viñedos o bien debe tener una superficie mínima de 4 hectáreas; 2) si la población de polilla es muy alta, es preciso rebajarla en primera generación con un tratamiento insecticida, al menos el primer año de aplicación de esta técnica; y 3) de momento, el coste de la técnica es superior al coste que suponen los tratamientos con insecticidas. Esta técnica, también se encuentra autorizada en producción ecológica.
Fuente: Revista Terralia
Autores:
I. Pérez Moreno y V. Marco Mancebón
Universidad de La Rioja. Dpto. de Agricultura y Alimentación
Madre de Dios, 51 26006 Logroño