A lo largo del año el viñedo atraviesa diferentes fases o etapas hasta llegar al momento de la vendimia, cuando la uva está madura y lista para ser recolectada. La brotación, que este año en nuestra Denominación de Origen ha comenzado en el mes de abril, es el momento en el que la planta vuelve a la vida y da comienzo a una nueva añada con su crecimiento.
Adentrados en la fase de brotación esos pequeños brotes se transforman en las primeras hojas de la planta, esta fase se conoce como foliación y es una etapa vital para la planta, porque marcará sin duda cómo será el resto de su crecimiento. En esta etapa el viñedo es muy vulnerable a las inclemencias meteorológicas como tormentas de granizo o heladas tardías, ya que se de verse afectado por alguna de estas el crecimiento se vería muy resentido, haciendo que la perdida de producción en la vid afectada esté asegurada.
Una vez que la raíz de la planta vuelve a estar activa, las yemas comienzan a presentar una punta verde que muestra los signos de que los primeros brotes de la planta están apareciendo. Con el paso del tiempo, esas yemas o brotes irán manifestándose en el resto de la planta y es en primavera cuando ya comienzan a mostrar signos de crecimiento. En este preciso momento es cuando se debe comenzar a trabajar el terreno labrando la tierra y eliminando las plagas de insectos que puedan ser nocivas para el viñedo. Con esta tarea, se consigue que la tierra se airee y se prepare para ofrecerle una gran cantidad de nutrientes a la planta. Es sin duda, un hecho clave que influirá en la calidad del fruto que se recoja tras la vendimia.
Entre los meses de abril y mayo tiene lugar otra fase llamada foliación. Se trata de la fase en la que en la planta comienzan a aparecer las hojas. Una etapa muy importante ya que esas hojas son las encargadas de realizar las funciones principales de la propia planta, como la fotosíntesis de la que hemos hablado anteriormente.