Un 'chip' para acabar con esa peste que es la podredumbre gris

Un ‘chip’ para acabar con esa peste que es la podredumbre gris

En algunos casos es ‘podredumbre noble’; En otros, ‘podredumbre gris’, terrible azote que destruye meses de cuidadosos cultivos y los sueños de muchos pequeños viticultores. El hongo Botrytis cinerea pudre las uvas, y oscurece y concentra el mosto, aunque lo hace de formas diferentes. En algunos casos su forma ‘noble’ ayuda a producir un maravilloso sauternes dulce de postre, concentrando los azúcares en un mosto muy reducido por el hongo; pero más frecuentemente la aparición de la botrytis se produce bajo la forma ‘gris’, que anuncia graves problemas.

"Puede ser muy destructivo; si no se tiene cuidado, se puede perder la cosecha", asegura Peter Osbourne, propietario de un viñedo y presidente del consejo vitivinícola de Langhorne Creek, en el sur de Australia. Aunque las esporas del hongo pueden estar presentes constantemente en un viñedo, las uvas sólo son susceptibles a una posible infección en determinadas condiciones climatológicas. La humedad es idónea para su desarrollo, y determinadas variedades, como la chardonnay y la sémillon, son más propensas al contagio.

Todos los años, muchos viticultores se curan en salud y utilizan fungicidas durante la época más peligrosa, durante la floración (en Australia, entre octubre y noviembre). Pero ésta es una ciencia inexacta, y en el 2001, un mal año de botrytis para el país, el hongo le costó al sector 12 millones de euros.

Por ello, un grupo de científicos de Australia ha desarrollado un sistema de detección del microclima de los viñedos, basado en un chip. De hecho, este sistema no sólo sirve para prevenir la infección del mencionado hongo, sino también para ahorrar agua y para elegir el lugar apropiado para plantar determinada casta de uva. Se espera que los pequeños productores sean quienes más se beneficien, porque además de ofrecer información climatológica con más detalle que las actuales estaciones meteorológicas, el sistema será asequible: menos de 600 euros. Tom Adams, quien también tiene viñas en la región de Langhorne Creek, afirma que el precio de una estación meteorológica -hasta 5000 euros- puede ser prohibitivo, y que muchos productores no se lo pueden permitir.

Motorola Australia y el Cooperative Research Centre (CRC) de microelectrónica, con sede en Queensland, son los responsables del desarrollo del sistema. En su corazón oculta un minúsculo chip, de 4 milímetros cuadrados, que puede medir la humedad de las hojas y del ambiente, la temperatura, la luz, y la velocidad y la dirección del viento. La idea consiste en distribuir centenares de esos ‘nodos’ por los viñedos, para obtener información sobre las variaciones del clima. Gracias a la tecnología de los teléfonos móviles, los nodos pueden comunicarse entre sí y transmitir sus datos a un programa que hace saltar la alarma si las condiciones son las adecuadas para el desarrollo de la botrytis. "Si los viticultores reciben información con este sistema de datos microclimatológicos, podrán reaccionar inmediatamente y rociar con un fungicida la zona correspondiente", afirma Steve Davis, del CRC.

Sin embargo, el equipo australiano no es el único que considera necesario un sistema de detección microclimática para los agricultores. En Estados Unidos, la empresa fabricante de chips Intel está trabajando en una red de nodos parecida con el fin de detectar las variaciones en la temperatura. El sistema se ha sometido a prueba en Oregón, zona famosa por su pinot noir.

"Intel considera que las redes inalámbricas de sensores son una interesante tecnología que tendrá un profundo efecto en el mundo de los ordenadores. Mi grupo eligió la agricultura para la implantación del sistema, y nos hemos concentrado en ello", afirma Richard Beckwith, quien ha trabajado en las pruebas en viñedos. Sin embargo, también añade que, de momento, Intel no tiene planes de comercializar esta tecnología.

El primer examen a pequeña escala del sistema australiano se realizó recientemente con cepas de chardonnay en el viñedo Yarra Glen, situado en el valle de Yarra, en Victoria. Según Chris Messerle, director general de Yarra Glen, es probable que ninguno de los viñedos de la zona se hayan librado de sufrir una infección de botrytis en mayor o menor medida.

El proyecto, de seis meses de duración, concluyó en marzo con el fin de la temporada de crecimiento y demostró que los nodos recogieron datos exactos cada 15 minutos y que se comunicaron entre sí; además, el programa creado por Andrew Hamilton, del departamento de industrias primarias del estado de Victoria (quien ha intervenido en su calidad de miembro del CRC), produce una respuesta sencilla y le dice al agricultor si debe preocuparse por el hongo o no. "Ha sido una prueba del concepto y ha demostrado si el sistema funciona", afirma Hamilton, quien añade que se debe seguir trabajando para ajustar adecuadamente el modelo de previsión en Australia.

El modelo de previsión fue creado por un equipo de investigadores en Estados Unidos y se comprobó en viñedos chilenos, donde el hongo es especialmente abundante. El resultado de las pruebas indica que para prever un problema de ese tipo sólo se necesitan dos datos: la temperatura y la humedad de las hojas. Esta última parece particularmente importante, y cabe añadir que las zonas más húmedas de Europa, Australia y California son especialmente propensas a sufrir brotes.

Diferencias de humedad

El equipo de Intel decidió concentrarse en la temperatura, en parte, porque este factor es muy importante para la calidad del vino, y en parte, porque las heladas son una preocupación constante en Oregón, según Beckwith, que ha declarado que la investigación mostró enormes variaciones en la temperatura de los campos, un dato útil para los agricultores de todo el mundo.

Los viñedos que pueden permitirse el lujo de usar sistemas de detección suelen utilizar una sola estación meteorológica, situada en el centro de la zona de cultivo. Pero las vides están a menudo en colinas ,y el equipo de Beckwith descubrió cambios de temperatura del 35% a una distancia de cien metros, en un cerro. "Esa es la diferencia entre poder madurar un sangiovese, que normalmente se cultiva en Italia, o un riesling, típicamente alemán", declara. Por tanto, es probable que los productores que dan por supuesto que los datos que proporciona la estación meteorológica son válidos para todo su viñedo estén cometiendo un error.

Según el equipo australiano, los chips microclimatológicos no sólo ayudan a prevenir la botrytis, sino también a encontrar la localización adecuada para cada tipo de uva. Y dado que los chips también miden la velocidad del viento y que se pueden conectar con unos asequibles sensores que detectan la humedad del suelo -recientemente desarrollados por el mismo equipo- , el sistema también puede ofrecer información exacta sobre la evaporación del agua de las vides y la disponibilidad de agua en el suelo. Después, los datos se pueden analizar con un programa que les dice a los agricultores qué zonas del viñedo necesitan más riego y cuáles pueden pasar con menos. La gestión del riego es muy importante en los países que, como Australia, sufren sequías con frecuencia.

Messerle afirma que pocos viticultores realizan algún tipo de medición de la humedad del suelo, y considera que en muchos casos se tiende a regar en exceso, lo que no supone únicamente una pérdida de recursos sino también una mejora de las condiciones para la propagación de la botrytis. Cuanto mayores son las cantidades de agua, más grandes y numerosas son las hojas, que crean una cubierta más densa y cálida; es decir, un ambiente perfecto para el hongo.

Abaratamiento

Todavía queda mucho trabajo por hacer en el proyecto; sobre todo, en el aspecto de la reducción de costes. En la actualidad, cada uno de los nodos del equipo costaría varios cientos de dólares; si se le suma la telemetría necesaria, implicaría un gasto de alrededor de mil dólares australianos para un sistema de un solo nodo. Es un desembolso muy inferior al que exige una estación meteorológica, pero el plan consiste en reducir el coste de los chips para que la utilización de varios cientos de ellos en un viñedo sea una posibilidad razonable.

(Fuente: Emma Young (The Guardian))

La D.O. Toro

La D.O. Toro, invitada de honor en la Costa Brava.

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen “Toro” ha sido invitado a participar en la vigésimo cuarta edición de la Feria de Vinos de Cataluña, en calidad de Denominación de Origen Invitada.

La Feria, organizada desde hace 24 años por la Unión de Empresarios de Hostelería y Turismo de la Costa Brava , tendrá lugar en el bello municipio de Pals (Gerona), una de las localidades más emblemáticas de la Costa Brava, los próximos días 13, 14 y 15 de agosto.

Con la finalidad de dar a conocer el vino de otras regiones vitivinícolas españolas, la Feria invita, desde el año 1996 a participar en cada edición a una Denominación de Origen de fuera de Cataluña, teniendo en cuenta su prestigio y la calidad de los vinos amparados, por lo que esta invitación supone un reconocimiento más al buen trabajo realizado en los últimos años por los viticultores y bodegueros de Toro y su comarca.

El Consejo Regulador valora muy positivamente la futura participación en la Feria de Vinos de Cataluña, no solo por el premio y reconocimiento que implica la invitación, sino por la importancia que en términos de consumo de vino tiene la zona, por su gran potencial turístico y la gran relevancia, nacional e internacional, de su sector hostelero.

Posteriormente a la Feria, y durante todo el año, los vinos de Toro permanecerán en la exposición permanente de vinos que quedará abierta al público en la localidad de Pals.

Stop the rot

To some it is the Noble Rot. To others it is an ugly scourge that destroys months of careful cultivation, and the dreams of many a small wine-maker. The Botrytis cinerea fungus rots grapes and taints the juice. If your intention is to create a sweet sauternes-like dessert wine, Botrytis is not a problem – in fact, it can be essential. But if, like many of the world’s grape-growers, you want something lighter, the first flush of Botrytis is a major sign of trouble. "It can be devastating," says Peter Osbourne, vineyard owner and chair of the local wine industry council in Langhorne Creek, South Australia. "If you’re not careful, you can lose the lot."
Botrytis spores can be a constant presence in a vineyard, but the grapes become susceptible to infection only during specific climate conditions. Humid conditions are ideal, and certain grape varieties, such as chardonnay and semillon, are more vulnerable than others. Every year, many growers choose a blanket approach and spray fungicide at the documented peak danger time, which is when the vines flower, around October and November in Australia. But this is an inexact science. In 2001, abad Botrytis year for Australia, the fungus cost the nation’s wine industry A$20m (£7.6m).

So, a group of scientists in Australia has developed a new chip-based vineyard micro-climate sensing system. In fact, this system should help not only with preventing Botrytis infection, but also with saving water, and in choosing the right location to plant a grape variety. Smaller wine-makers in particular should benefit, they say. Because as well as providing much more detailed climate information than is possible from existing weather stations, the system should be cheap – ideally less than A$1,000. The cost of a weather station – up to about A$9,000 – can be prohibitive. Many grape-growers can’t afford one, says Tom Adams, who also has vines in the Langhorne Creek region.

Motorola Australia and the Cooperative Research Centre (CRC) for microelectronics, based in Queensland, have developed the system. At its heart is a tiny chip, measuring 4mm square, that can measure leaf wetness, humidity, temperature, light, wind speed and wind direction. The idea is that hundreds of these "nodes" would be distributed around a vineyard to gather detailed information about climate variations. Using mobile phone technology, the nodes would talk to each other, and then transmit their data on to software that can sound an alert if, anywhere among the vines, the conditions are just right for botrytis. "If farmers have the information from this micro-climate data, they can whizz out there immediately and spray the area that needs it with a fungicide," says Steve Davis, of the CRC.

But the Australian team isn’t the only one to see a need for micro-climate detection for farmers. In the US, chip-maker Intel is working on a similar networked node system to detect temperature variations. The field work is going on in Oregon, famous for its pinot noir.

"Intel has identified wireless sensor networks as an interesting technology that is likely to have a profound impact on the computing world," says Intel’s Richard Beckwith, who has been involved in the vineyard trials. "My group identified agriculture as a likely first point of adoption and we have, as they say, drilled down in that domain." But Intel has no plans as yet to commercialise the technology, he says.

The first small-scale trial of the Australian system recently took place among chardonnay vines at the Yarra Glen vineyard in the Yarra Valley, Victoria. Probably no vineyard in this region has escaped at least some Botrytis infection, says Chris Messerle, Yarra Glen’s manager. The six-month project finished with the end of the growing season in March, and it showed that the nodes collected data accurately about every 15 minutes, talked to each other, and that the software, created by Andrew Hamilton at the Victoria state government’s department of primary industries (working as a member of the CRC), would produce a simple response, telling the grower that they needed to worry about Botrytis – or they didn’t. "It was a proof of concept, and it showed that the system worked," says Mr Hamilton. But more work is now needed to properly validate the outbreak-prediction model in Australia, he says.

That predictive model was created by a team in the US and validated in vineyards in Chile, where Botrytis is especially common. The work suggests that predicting an outbreak requires amassing only two sorts of data – on temperature and leaf wetness. Leaf wetness seems to be particularly important, and the wetter areas of Australia, California or Europe are particularly susceptible to outbreaks.

The Intel team decided to concentrate on temperature alone. Partly, this was because temperature is very important for wine quality, and partly because freezing conditions are a concern in Oregon, Beckwith says. But, importantly for wine-growers everywhere, he says, the research has shown huge variations in temperature within the fields.

Vineyards that can afford climate detection instruments typically use a single weather station positioned around the centre of the crop. But grapes are often grown on hillsides, and Beckwith’s team found a 35% change in temperature as they moved just 100m up a hill. "This could result in the difference in being able to mature a sangiovese – typically grown in Italy – and a riesling, typically grown in Germany," he says. So wine-growers who assume their weather station data will apply to the whole vineyard will often be wrong.

The micro-climate chips should, then, help not only with providing Botrytis alerts, but also with more accurately matching grape type to location, says the Australian team. And since their chips also measure wind speed, and can be linked to new cheap soil-moisture sensors, which the team has recently developed, the system should also provide accurate information about water evaporation from the vines, and availability in the soil. This data could be fed into a software program that would tell growers which regions of the vineyard need more water, and which could get by with less. Managing water supply is a major issue in often-parched Australia.

Few vineyards do any sort of soil moisture sensing, says Messerle. In many cases, they’re likely to be over-watering, he says, which not only wastes a resource, but also improves the conditions for botrytis. That’s because with more water, there are more and bigger leaves, which create a denser, warmer canopy – perfect for Botrytis growth.

There is a lot more work planned – partly in reducing cost. At the moment, one of the team’s nodes would cost a few hundred dollars. With the necessary telemetry, this would mean a total of about A$1,000 for a vineyard system with just one node. That’s a lot cheaper than a weather station. But the plan is to cut the cost of one of the chips, so using hundreds throughout a vineyard would become a realistic proposal.

Source: Emma Young (The Guardian)